«Recomendamos hacer más investigaciones para
desarrollar las estrategias istruccionales que
promuevan la inteligencia emocional de los
estudiantes con la intención de mejorar su
preparación y el desempeño en los entornos del
aprendizaje en línea» (Buzdar et al., 2016, p.
154).
A su vez, los investigadores de las
comunicaciones digitales, Alexander J.A.M. van
Deursen, Colin L. Bolle, Sabrina M.Hegner, Piet
A.M. Kommers, según una encuesta de los 386
encuestados, dicen que el estrés social, por el
contrario, tiene un efecto positivo en la
adaptación humana a la vida en línea,
desarrollando la competencia digital y, en
consecuencia, la inteligencia emocional en este
caso se desarrolla de forma más rápida y efectiva:
«Las personas que utilizan ampliamente sus
teléfonos inteligentes con fines sociales
desarrollan los hábitos de su uso más
rápidamente, lo que a su vez puede conducir a un
comportamiento adictivo respecto a los teléfonos
inteligentes. No encontramos una influencia de la
inteligencia emocional en el comportamiento
habitual o adictivo con los teléfonos inteligentes,
mientras que el estrés social influye
positivamente en el comportamiento adictivo con
los teléfonos inteligentes, y un fallo en la
autorregulación parece causar un mayor riesgo
del comportamiento adictivo con los teléfonos
inteligentes» (van Deursen et al., 2015, p.419).
Se realizó una investigación exhaustiva durante
la cuarentena en India (abril-mayo del año 2020),
que tuvo como objetivo analizar la percepción
del estrés académico que experimentan los
estudiantes en la educación digital y desarrollar
las estrategias para superarlo con la ayuda de la
inteligencia emocional. La autora Yamini
Chandra realizó una doble encuesta utilizando
dos cuestionarios en línea: "Percepción de la
escala de estrés académico" y "Escala de la
inteligencia emocional", cuyos resultados fueron
analizados mediante una prueba χ². Los
resultados mostraron que «Mediante el uso de la
inteligencia emocional y el alejamiento del
aburrimiento y los pensamientos depresivos, los
estudiantes intentaban hacer frente a los efectos
negativos derivados de la actual situación
pandémica” (Chandra, 2020).
Así, es obvio que la percepción de los estudiantes
de la educación digital difiere significativamente
de la aceptación de la educación digital como una
realidad del siglo XXI (el ser en línea) y su
aceptación como la educación a distancia
encerrada en la cuarentena por la pandemia del
Covid-2019. Todo esto, a su vez, distingue las
funciones y el desarrollo de la inteligencia
emocional: el factor pandémico explica la falta
de preparación para la educación digital,
cristalizando de forma inmanente el factor del
miedo; el factor de la realidad del siglo XXI, por
el contrario, elimina las barreras psicológicas.
De hecho, nos centraremos más en esta
contradicción.
Sin embargo, el ser en linea plantea otro tema
problemático, que es la discusión sobre el
desarrollo de la inteligencia emocional (Davis et
al, 1998), (Conte, 2005), (Keefer et al, 2018) en
el espacio digital educativo: ¿qué eficiencia tiene
la inteligencia emocional en la intersección de la
interdependencia de la tecnología, donde el
enfoque principal de los estudiantes y los
profesores se traspasa al objetivo de la cámara?
La cuestión de la inteligencia emocional en la
educación aparece a priori como un punto de
dificultad. Los científicos enfatizan la colisión de
la tradición y de la innovación en la educación,
que sintetiza la inteligencia racional y emocional:
"...la promoción de la inteligencia emocional en
las escuelas ha demostrado una búsqueda
controvertida, desafiando los puntos de vista
tradicionales "racionalistas” de la educación.
Además, los resultados de la investigación en
esta área han sido, en el mejor de los casos,
inconsistentes” (Humphrey et al., 2007, p. 245).
M. Radford deduce su propio concepto de la
función de la inteligencia emocional en la
educación, y concluye que hay un
«Resurgimiento de dos comprensiones en la
relación con una perspectiva actual sobre la
naturaleza de la inteligencia emocional. La
primera comprensión es de carácter dualista,
viendo las emociones como eventos internos
sujetos a la introspección. La segunda ve las
emociones como fuentes de energía o tensión que
pueden aliviarse en el proceso de la articulación,
es decir, una especie de dimensión terapéutica en
un contexto "confesional". Estas dos
comprensiones en su conjunto forman una
perspectiva que puede denominarse la hipótesis
"introspectiva/confesional". Con esta hipótesis se
revisan algunos de los problemas filosóficos
tradicionales y se ofrece una perspectiva
alternativa de las emociones. Esta perspectiva
alternativa considera que nuestras vidas
emocionales se desarrollan dentro de un contexto
social y cultural, como esencialmente públicas y
abiertas a la objetivación, lo que podría
denominarse una hipótesis
'objetivista/constructivista'» (Radford, 2006,
p. 227). Según el investigador, la inteligencia
emocional es la función más relevante y práctica